"The greattest thing you'll ever learn, is just to love and be loved in return."

17 junio 2010

Sopapeame la papirola



Es esa angustia chiquita, la que apaga un poco. La que no deja dormir del todo bien. Esa que no entendés bien de dónde viene y, por ende, no sabés cómo combatir. Esa que te pone en cámara lenta, que te hace avanzar despacio, con miedo. Que acelera el corazón y te pone ansiosa, nerviosa. Te desinfla. Te aburre. Toma la forma de recuerdos de una vida pasada, alguna vida feliz, pero pasada, que no está mas, y que no va a volver. "El amor es una mierda, no existe", le dije el otro día a un amigo. No quiero creer en mis palabras. "Vos tenés que seguir siendo así, divina", me dijo otro amigo, hace un par de días. ¿De qué me sirve ser divina? ¿Para qué? Si de cualquier manera terminan por elegir a las malas minas, a las jodidas, a las que les rompen en el corazón. Yo soy débil. En el amor soy débil. A veces me gustaría ser mas jodida, me gustaría que dejaran de lastimarme. Pero no. No me sale. No soy mala. No puedo ser mala. No quiero serlo. ¿Y entonces? ¿En qué quedamos? Si soy buena me dejan. Me dejan por buena y divina, precisamente ("sos demasiado para mi"). No puedo ni quiero ser mala. ¿Entonces? Anoche, antes de dormirme, pensaba de qué se enamora uno cuando se enamora. ¿Se enamora del estado de enamoramiento? ¿Se enamora del otro? ¿O de uno mismo cuando está enamorado? Algunas horas antes había hablado con una amiga: "Nosotras vemos el conflicto. El problema es que en vez de alejarnos corremos hacia él". Yo le respondí "tal cual. Yo vi un precipicio, y abajo alcancé a ver arenas movedizas, monstruos mitológicos, cocodrilos esperándome con la boca abierta. Y me tiré igual. Después me dicen que soy inteligente. Reverenda pelotudita soy, no jodamos". Mejor lo de la angustia chiquita. Pensar por qué uno vuelve a equivocarse es reconocer que uno no quiere aprender un carajo. La angustia, entonces, sigue siendo chiquita, una molestia permanente, como cuando hay un ruidito de fondo y vos querés dormir. No sabés de dónde viene el ruidito, pero en determinado momento es lo único que escuchás: un ruidito que no te deja dormir. Y te tapás la cabeza con la almohada pero el silencio del cuarto sigue interrumpido por ese ruidito de mierda, que se instaló en tu cabeza y loopea solito: por mas que pongas música, el ruidito sigue ahí. Es eso, la angustia chiquita. Que no te deja pensar con claridad, que no te deja actuar libremente, que no te deja disfrutar de la comida, ni del sol ni de nada. Es esa angustia que aparece cuando confirmás lo que sospechabas: para uno sos otra, para el otro sos nada. Apretar los dientes cuando dormís y apretarlos durante el día. Estar agitada. Y los ojos colorados: no son llanto, son cansancio. Es cansancio acumulado, es sentirte sola por la noche, es no tener nadie a quien decirle cómo estuvo tu día, es no poder hablar con nadie cuando estás aburrida, es caminar por tu casa escuchando la misma música viendo las mismas películas pensando en eso, en lo otro. Es darte cuenta que hace mas de seis horas que no hablás, y que lo poco que dijiste fueron puteadas a un mosquito que te picó. Es comer una pizza añejada, tomar un vaso de cerveza que no tiene gas, es pensar en cualquiera para no pensar en vos. Es no hacerle caso a tu cerebro, y seguir empeñada en seguir los caprichosos pálpitos de tu corazón. Es entregar todo a cambio de nada. Después coroné, otra charla, y dije (reconocí), mi peor defecto: "Cuando empiezo a querer a alguien me desvivo para que el otro esté bien. Hago todo: lo escucho, comprendo, entiendo, hasta he llegado a aconsejarles que vuelvan con ´esa´ ex aun sabiendo que eso significaba quedarme sola. Pero no solo eso. Los cuido, quiero, mimo, y pongo todo para que sean felices. El problema, entonces, es que mientras yo hago todo eso por ellos, ellos también hacen todo eso, por ellos. ¿Y yo? Hasta yo me olvido de mi. Después lloro".

No hay comentarios:

Publicar un comentario